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18 oct 2010

La edad peligrosa

Los mexicanos somos muy cuidadosos cuando se refiere a nuestra fama como hombres, machos, bragados, sementales, o como usted quiera llamar a la masculinidad.
En un par de ocasiones; sin embargo, he tenido malentendidos al respecto.
En una ocasión, en la universidad, una compañera panameña me vio bajar de una de las escalinatas de la facultad y me dijo: "¿A dónde vas tan putito?"
No sólo hizo que me detuviera en seco, sino que además me hizo preguntarme mentalmente si algo en mi atuendo estaba mandando un mensaje equivocado.
--¿Cómo?-- le dije acercándome a la atrevida extranjera que osaba insultarme en mi propio país-- según yo lo veía.
--Sí, te veo muy putito...
--¿Qué diablos quiere decir eso? (digo, no llevaba ningún pantalón de cuero con las nachas descubiertas ni nada de eso, así es que ya me preparaba para una ofensiva verbal)
Después de un rato, descubrí que es así como le llaman allá a alguien que se ve muy arreglado, elegante, vamos.
Obvio, le expliqué lo que para nosotros significa la palabra y le aconsejé que no se lo dijera a nadie, ya que otro con menos tolerancia le hubiera hecho o dicho cosas muy incivilizadas.
Hace un par de años, estaba yo en Honduras dando algunos cursos cuando alguien me dijo:
"Usted tiene la pinta de ser bien puto"
Ya me estaba lanzando yo a los trancazos, cuando un amigo hondureño, que conocía bien los mexicanismos, me aclaró que allá se aplica el adjetivo en el mismo sentido que a las mujeres, es decir, aquellas personas que son de fácil acceso con el sexo opuesto, por decirlo de alguna manera no soez.
---¡ah bueno, tons sí!--le dije al centroamericano.
El pasado 17 de octubre cumplí 42 años. Por fin pasé lo que muchos decían era "la edad peligrosa". La primera vez que a mi esposa le dijeron que yo andaba en esa edad, ella lo interpretó como la edad en que el hombre le da por andar en moto o comprarse un Ferrari o vestir ropa de adolescente.
Por eso, ella muy ufana dijo:
--¿No ves?, ¡yo soy su Ferrari rojo!
El hecho de no haber entendido la expresión es porque ella no es mexicana y no sabía del famoso 41, relacionado con los homosexuales.
Por supuesto, esto no tiene que ver nada con la edad; pero así quedó plasmado en la cultura mexicana.
Al indagar un poco en algunas referencias bibliográficas nos remontan a la época de don Porfirio.
Díaz, como presidente, gozaba de fama internacional y era reconocido como aquél que sacó a México de la barbarie. Claro, la mano dura de don Porfirio tuvo mucho que ver con el orden que imperaba en el país.
Una vez, don Porfirio Díaz fue invitado a una recepción en la embajada alemana, donde, como manda el protocolo, fue recibido por el embajador y su esposa. Entre quienes saludaron al presidente se encontraba una joven muy alta y bien plantada que le ofreció una sonrisa a don Porfirio.  Como todo un caballero, le besó la mano a la dama. El presidente Díaz se dio cuenta de que algunos de los alemanes presentes intercambiaron sonrisas que a don Porfirio le parecieron burlonas. No se equivocaba el viejo lobo de mar.
Probablemente, Díaz se preocupó al pensar que había cometido una falta a la etiqueta. Hay que recordar que Díaz solía ser un militar rudo en modales y que sólo después de algunos años de roce social y de estar casado con su amada Carmelita, le dieron al recio héroe de la batalla del 2 de abril la prestancia y la delicadeza necesarias para ciertas situaciones diplomáticas.
Sin embargo, en el transcurso de la fiesta, se enteró que lo que había causado la risa burlona de los presentes fue que Díaz besó la mano de la muchacha que le sonrió. La muchacha no era muchacha... era un joven de la nobleza alemana que acababa de llegar a México. Tremendo homosexual, que además gustaba de vestir de mujer. La risa fue debida a que el presidente de México había besado la mano de un travesti.
El problema para el alemán fue que Porfirio Díaz fue el que le besó la mano. Nadie lo volvió a ver vivo. Aquella misma madrugada, el travesti desapareció del hotel en donde estaba, sin dejar huella. La embajada alemana, probablemente para no causar un incidente diplomático, dejó pasar el asunto.
En otra ocasión, la policía secreta de don Porfirio supo que en una casa de la colonia Roma se reunían varios homosexuales y se entregaban a los placeres de la carne con especial alegría. Una noche, los gendarmes irrumpieron en el lugar y arrestaron a numerosos asistentes, muchos de ellos vestidos de mujer. Fueron 41 homosexuales arrestados y posteriormente exiliados a Quintana Roo... de ahí la costumbre de llamar 41 al homosexual o decir "edad peligrosa" a quienes tienen 41 años.
Después de ese arresto tan sonado, se dispuso un apartado especial en la carcel principal de la Ciudad de México, a fin de destinarlo a los homosexuales arrestados, para prevenir los devaneos con los demás reos. Esa crujía era la J. Por eso a los homosexuales se les empezó a llamar jotos. apelativo que persiste hasta nuestros días.
Es una de tantas cosas que don Porfirio dejó bien grabadas en nuestras costumbres.

4 oct 2010

Madero: ¿Padre de la revolución?

Francisco Ignacio (nótese que no es Indalecio, como a todos nos dijeron en la primaria) Madero González nació en la Hacienda del Rosario, en Parras, Coahuila. El 30 de octubre de 1873. Fue miembro de una familia de empresarios vitivinícolas considerados entre las diez fortunas más grandes del país. La familia poseía además ranchos, fábricas y comercios.
Estudio en el extranjero.
A los 27 años de edad, se había declarado opositor a don Porfirio en 1905; pero lo seguían pocos partidarios. José Vasconcelos lo secundaba con publicaciones periodísticas de escasa circulación en que reclamaba libertades democráticas. La fuerza de Porfirio Díaz era tan grande que aquellos brotes de oposición y crítica carecían casi de resonancia.
La oposición al porfirismo era valerosa, pero débil, y carecía de fuerza suficiente para derrocar al régimen. Movimientos de oposición mucho más fuertes se materializaron durante el siglo XX en contra de los gobiernos revolucionarios y no pudieron derribarlo. La diferencia básica fue que en 1910 la oposición a Porfirio Díaz tenía la aprobación de la Casa Blanca.
No cabe duda de la buena fe de Francisco I. Madero. Era liberal en el verdadero sentido de la palabra. Su padre lo había internado en un colegio de jesuitas en Saltillo. Madero pensó en hacerse jesuita, pero su padre lo envió a Europa, donde adquirió inclinaciones por el espiritismo.[1] En sus primeros años en París, Madero vivió una vida de derroche; pero en 1891 conoció los trabajos de Allan Kardec sobre el “espiritismo” publicados en la revista “La Revue Spirite”, gracias a la suscripción que su padre tenía de dicha revista.
Madero reconoció que fue durante esa época cuando descubrió sus dotes de “médium” y sus facultades para establecer contacto con seres de ultratumba.[2]
“Con gran interés leí cuanto número encontré de “La Revue Spirite” y luego me dirigí a las oficinas de la misma publicación que es donde existe la gran librería espírita. Mi objeto era comprar las obras de Allan Kardec que había visto recomendadas en su Revista. No leí esos libros sino que los devoré, pues sus doctrinas tan racionales, tan bellas, tan nuevas, me sedujeron y desde luego desde entonces me consideré espírita.”[3]
Durante su estancia en Estados Unidos y en Francia fue iniciado en la masonería y dejo de practicar el catolicismo, sin embargo, no era un masón entusiasta.[4]
Como empresario en su natal Parras, mostraba preocupación por innovar y mejorar la sociedad. Era bondadoso y justiciero con peones y empleados. Ni sus enemigos negaron esas características.
Madero hacía la crítica del régimen y exponía sus ideas políticas de la siguiente manera: “El general Díaz ya no puede con la carga del poder y quizá para evitarse la dificultad de resolver problemas arduos, prefiere posponer su resolución indefinidamente… El general Díaz se apoya en el ejército, pero más que en él, en el mecanismo de su administración, pues las cámaras de representantes son nombradas por él y por tal motivo obran en todo de acuerdo con sus disposiciones. Igual cosa pasa con los gobernadores de los estados y las autoridades subalternas”.[5]
En cuanto a la realidad política, decía: “… el pueblo ignorante no tomara una parte directa en determinar quienes han de ser los candidatos para los puestos públicos, pero indirectamente favorecerá a las personas de quienes reciba mayores beneficios… Aun en países quienes han de llevar las riendas del gobierno. Generalmente los pueblos democráticos son dirigidos por jefes de partidos que se reducen a un pequeño número de intelectuales”.[6]
Su objetivo como político fue convertir a México en un país democrático; basado en leyes y no en caudillos: “…por amarga experiencia sabemos que los mexicanos que siempre que hemos empuñado las armas para derrocar a algún mal gobierno, hemos sido cruelmente decepcionados por nuestros caudillos que nunca nos han cumplido las promesas que nos hicieron”.[7] Quería el cambio sin violencia.
Madero, hombre limpio en política, de trato afectuoso, soñador, era un buen símbolo para una revolución. Sin embargo, su partido Antireeleccionista no atrajo un gran número de partidarios. Los que no confiaban ya en el viejo y extenuado Díaz simpatizaban con Bernardo Reyes, que también era del régimen. El pueblo lo señalaba ya públicamente como el sucesor general de Díaz.[8] Sin embargo, José Ives Limantour, Ministro de Hacienda, presiono para que don Porfirio lo descartara, y en las elecciones de 1910 se presentó Díaz como candidato a la presidencia y Corral como candidato a la vicepresidencia. Esto fue un error porque Corral era impopular y cada día atraía más oposición al régimen.
Madero estuvo dispuesto a transigir si don Porfirio le dejaba la vicepresidencia, y sobre el particular habló con él; pero no logró persuadirlo y entonces se lanzó como candidato a la presidencia. Llevaba como segundo al doctor Francisco Vázquez Gómez[9] y realizó vastas giras políticas. Se pronunciaron numerosos discursos atacando duramente a don Porfirio y a todo el régimen y hubo algunas represalias oficiales, tales como sabotear los alojamientos, poner obstáculos a algunos mítines y “triquiñuelas” por estilo.
Se cree que don Porfirio Díaz ganó efectivamente la presidencia y que Madero ganó la vicepresidencia; pero se le hizo un enjuague (de esos, que eran tan comunes en la política mexicana), se le detuvo en Saltillo y se le llevó a la penitenciaría de San Luis Potosí.[10] Hay versiones históricas que aseguran que don Porfirio no había ordenado la aprehensión y que se disgustó al enterarse de lo sucedido. Lo que es un hecho es que el obispo potosino monseñor Montes de Oca intercedió por conducto de la esposa de don Porfirio para que se dejara a Madero salir del país. Nunca hubo fuga.[11] Madero se trasladó a San Antonio, Texas, donde redactó el plan llamado de San Luis, que fechó en la capital potosina como si lo hubiera expedido ahí el 5 de octubre de 1910. El plan denunciaba una serie de arbitrariedades porfiristas que la revolución iba a liquidar:
“Tanto el poder Legislativo como el Judicial están completamente supeditados al Ejecutivo; la división de poderes, la soberanía de los estados, la libertad de los Ayuntamientos y los derechos del ciudadano, solo existen en nuestra Carta Magna… Los jueces, en vez de ser representantes de la Justicia, son agentes del Ejecutivo, cuyos intereses, sirven fielmente; las Cámaras de la Unión no tienen otra voluntad que la del dictador; los gobernadores de los estados son designados por él, y ellos a su vez designan e imponen de igual manera las autoridades municipales… contra esa usurpación, he designado el domingo 20 entrante noviembre, para que de las seis de la tarde en adelante, todas las poblaciones de la República se levanten en armas… Cada cabecilla tomará el grado que corresponda a las fuerzas que aporte”.
Y llegó el 20 de noviembre… y no pasó nada.[12] Sólo en Gómez Palacio un tranviario, Jesús Agustín Castro, movió a un grupo que después de cometer un asalto se remontó a la sierra como una gavilla rebelde.
Madero cruzó la frontera en Piedras Negras, en la creencia de que irían a encontrarlo dos cabecillas, cada uno con 300 hombres; pero sólo acudió uno de ellos, con 10 hombres. El día transcurrió en paz en todo el país y el jefe revolucionario se regresó decepcionado a San Antonio. Pensó que todo había fracasado y consideró la conveniencia de pedir amnistía para volver a México. Sus parientes y allegados le dieron ánimo para que esperara un poco más.
Era evidente que el llamamiento a la Revolución no había encontrado eco. El pueblo no se sublevaba ni los jefes militares defeccionaban.



[1] Salvador Borrego. América Peligra.
[2] José Gil Olmos. Los Brujos del Poder.
[3] Ibíd.
[4] En la logia Yorquina de Filadelfia se conserva la carta de filiación y el mandil masónico de Madero.
[5] Francisco I. Madero. La Sucesión Presidencial. 1908.
[6] Ibíd.
[7] Ibíd.
[8] Muchos se acercaron a Reyes para que abanderara el movimiento revolucionario; pero el seguía sosteniendo que el país debía mucho al general Díaz y que no era justo derrocarlo como cualquier caudillejo.
[9] Dato curioso: hasta hacía poco era médico personal de don Porfirio.
[10] Don Porfirio se había olvidado de la entrevista del 3 de marzo de 1908 en donde le había dicho a James Creelman respecto que otro partido político llegase a gobernar: “…lo sostendré y aconsejaré, y me olvidaré de mí mismo en la victoria de inauguración de un gobierno completamente democrático en mi país”.
[11] La versión oficial habla escuetamente de que Madero se fugó. Pero no hay pruebas de ello y en cambio si hay evidencias de lo contrario
[12] La versión oficial dice que se levantaron ese día en Orozco, Villa, Zapata, Abraham González y los Figueroa… pequeña inexactitud de tiempos.