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26 feb 2011

La revuelta que puede cambiar el panorama mundial

“El mayor peligro de los gobiernos es gobernar demasiado.”
Conde De Mirabeau


Todo empezó en Tunez. En diciembre, Mohamed Bouazizi un joven profesionista tunecino que vendía frutas en la calle fue golpeado en la cara por un policía municipal que le confisco su mercancía. El joven de 26 años fue a quejarse y amenazó con inmolarse... y cumplió su palabra.

Nadie imaginó que ese sería el detonante de una serie de manifestaciones que terminó con un gobierno de 23 años. Nadie imaginó que esa sólo sería la primera ficha de un efecto dominó que ahora afecta a gran parte del mundo árabe y que si bien puede ser el principio de una serie de gobiernos más igualitarios y democráticos, también puede ser el inicio de algo que puede terminar no tan bien como muchos vaticinan.

El caso de Egipto podría ser gracioso, sino fuera tan trágico. Cuando Mubarak accedió al poder, tras el asesinato del presidente Anuar el-Sadat el 6 de octubre de 1981, se describió a sí mismo como “un auténtico defensor de la Democracia”, aseguró no tener intención de monopolizar las decisiones e, incluso, criticó los mandatos presidenciales ilimitados estipulados en la Constitución, asegurando que modificaría la ley para limitarlos a dos. Este año, a sus 82 años, acumuló seis mandatos y 30 años como presidente.

Los egipcios se hartaron u olvidaron el tono conciliador y dialogante que adoptó el presidente en sus primeros años de gobierno, con “su” Democracia, sus medidas para mantener las subvenciones a los productos de primera necesidad suprimidos por Sadat, su política de acercamiento a los países árabes y los acuerdos, al mismo tiempo, con Estados Unidos (de quien recibía dos mil millones de dólares al año) y, sobre todo, con su campaña contra la corrupción que en los últimos años de la década de los 70 había favorecido el enriquecimiento de los negocios locales y era la principal causa de desprestigio del régimen entre la opinión pública.

Pero el problema de Egipto es común en los países del Medio Oriente. Por eso este hecho es tan importante... y peligroso.

Hoy, hay revueltas en Bahréin, Argelia, Libia, Jordania, Irán y Yemen. El efecto dominó ha hecho que todos los dirigentes árabes empiecen a tomar medidas para prevenir que la marea de revueltas termine tirándolos del poder.

Personalmente, me gustaría compartir el optimismo con el que muchos analistas toman la situación al sur del Mediterráneo: La llegada de la democracia y el fin de los regímenes autoritarios del Medio Oriente. A fin de cuentas, una multitud fervorosa en la calle resulta siempre algo exaltador para la estética humana. Pero, en sí misma, no dice nada, salvo el placer de estar juntos frente al común enemigo. Más aún, incluso cuando esas multitudes se sueldan en torno al rechazo de un tirano, nada garantiza que no acaben por traer un tirano peor.

Recordemos el derrocamiento del Shah de Irán en 1979. En esos años Irán tenía una sociedad igualitaria y occidentalizada. El movimiento fue iniciado por lo mejor de la juventud teheraní; pero al final, tras ese tirano, vino otro mil veces peor, mil veces más mortífero: la República Islámica del Ayatolah Jomeini. Y que fue esa República de clérigos la que acabó muy pronto ejecutando a la vanguardia del motín estudiantil del 79.

Omar Suleiman es la clave del laberinto egipcio. Jefe de los poderosísimos servicios de inteligencia militar, el General Suleiman es hoy quien de verdad gobierna. Seguramente, Suleiman atisba lo que vendrá luego de una derrota épica de esa dictadura militar de medio siglo: la república de los Hermanos Musulmanes. No hay otra fuerza institucional que pueda capitalizar la justa rabia de los jóvenes: ejército o mullahs. Si los Hermanos vencen, Egipto romperá su tratado de paz con Israel. Y estallará la tempestad en el Cercano Oriente.

La actual revolución árabe no tiene nada que ver con el islamismo. Es una revuelta de jóvenes humillados que buscan recuperar el orgullo perdido de los árabes. Pero si fracasa, si degenera en caos o vacío de poder, si una nueva generación de sátrapas más o menos uniformados sustituye a la anterior, que no nos quepa duda: el islamismo se extenderá desde Marruecos a Afganistán

20 feb 2011

Imagínate despertar y ser mexicano


Imagínate despertar y ser mexicano y sentirte orgulloso por el sólo hecho de serlo.
Saber que vives en un país en donde la gente puede ser tu amiga desde el primer día.
Imagínate un país en donde la gente se une para ayudar al desamparado, sin importar si es nacional o extranjero.
Imagínate un lugar en donde puedes encontrar de todo, sembrar de todo, comer de todo, tanto en invierno como en verano.
Imagínate vivir en un lugar donde la movilidad social (hacia arriba) todavía es posible con trabajo y esfuerzo.
Imagínate vivir en un lugar en el cual no porque se vaya a luz o no haya policías alrededor va a haber vandalismo.
Imagínate vivir en un lugar en donde, a pesar de las carencias, también puedes encontrar las más elevadas manifestaciones del ser humano.
Imagínate un lugar que tiene casi todos los ecosistemas, con una riqueza de fauna y flora que pocos países pueden presumir.
Imagínate que vives en un país con las ciudades coloniales más bellas, las playas más encantadoras, los paisajes naturales más impactantes.
Imagínate que tienes una herencia cultural tan rica, mezcla de lo indígena y lo español, que hace que tengas una gastronomía tan variada que sea la tercera a nivel mundial; que la artesanía sea tan única, que sea codiciada internacionalmente, alcanzando precios estratosféricos; que la herencia musical sea de lo más variado y rico en el planeta.
Imagínate vivir en un país en donde una enorme cantidad de jubilados de Europa, Canadá o Estados Unidos lo escogen para vivir en paz los últimos años de sus vidas.
Ahora imagínate que en televisión cuatro incultos, insensibles y necios te estereotipan como un vago, dormido debajo de un nopal en medio del desierto.
¿Qué harías?
La labor de publicidad gubernamental en el extranjero no es suficiente para revertir los efectos de la filmografía norteamericana o las caricaturas que dan la vuelta al globo.
Que sigan pensando que México es un episodio de Speedy González duele; pero todos podemos poner un grano de arena. En todos nosotros, ya sea ciudadanos, medios de comunicación, instituciones... nos queda la tarea de revelarle al mundo este México del siglo XXI, lleno de contrastes; pero también lleno de personas que trabajamos para que este país sea cada día mejor.

9 feb 2011

Carmen Aristegui y la libertad de expresión

“La libertad de prensa, lo mismo que todas las libertades, tendrá sus inconvenientes, tendrá sus peligros; pero con todos ellos es preferible a la tranquila placidez del despotismo.
José María Vigil


En el ya lejano año de 1989 me inicié en la labor de escribir en prensa. Poco tiempo después, fui miembro de la Asociación de Periodistas y Columnistas de México. Ahí conocí periodistas de la vieja guardia. Aquellos que en tiempos de Echeverría la pasaban mal, cuando no aceptaban el soborno. Amenazas de muerte, golpizas e inclusive asesinatos eran cosa de todos los días. Joven, como era, pensaba de una manera romántica el hecho de no dejarse presionar por nadie y aceptar estoicamente el destino. Pero nunca me pasó nada.

A principios de los 90 fui corresponsal en Europa de un par de medios, aprovechando mi estancia por estudios en el Viejo Continente, lo que me alejó de las críticas nacionales por un tiempo.

En tiempos de Ernesto Zedillo me volví un duro crítico del gobierno, sobre todo en sus dos primeros azarosos años. Como titular de la columna de Economía y Finanzas de un periódico, me di cuenta que cada vez que mis comentarios no eran favorables al gobierno, recibía una llamada de presidencia, con el pretexto de “actualizar su agenda”. A veces actualizaban esa agenda dos o tres veces por semana; pero no pasó de ahí.

En ese entonces, platiqué con el director de un periódico de circulación nacional sobre la libertad de expresión. Mi argumento era que el gobierno de ese entonces realmente ejercía la libertad de expresión, ya que permitía críticas bastante fuertes. Lo que me dijo me dejó boquiabierto.

--Mira, –me dijo—Se calcula que en este país aproximadamente el 15% de la población lee el periódico. Dentro de ese grupo, el 98% lo compra, en orden de importancia, por los anuncios clasificados, deportes, sociales, nota roja, suplementos. Sólo el 2% lee las editoriales y Gobernación sabe que ese 2% que lee las críticas que puedan venir en esas editoriales, ya lo sabe o lo sospecha. Si ellos ven que se publican las críticas, tiene el efecto positivo de la percepción de que el Gobierno deja que los medios se expresen libremente. Sin embargo, si el gobierno no le gusta lo que publicamos, simplemente cancela la publicidad de empresas estatales o paraestatales. Ningún medio escrito en este país, sea revista o periódico, vive de sus ventas. Todos viven de la publicidad.

El caso del radio, y en mayor medida la televisión, es muy distinto, porque llega a muchas más personas.

Todo se originó el 4 de febrero, cuando Carmen Aristegui quiso que al público se le aclarara si era cierto que el presidente Calderón tenía problemas de alcoholismo, como el cartel que el PRD expuso en la Cámara exponía. Poco después, Aristegui fue salía de MVS, supuestamente por violar el código de ética de la empresa

Presidencia de la República no hizo declaración alguna. Sólo exigió que la periodista se disculpara en público. Lo que realmente ocurrió sólo lo sabe Joaquín Vargas, dueño de MVS. Lo que nos queda a la sociedad en general es exigir una respuesta.

Una de las condiciones ineludibles para una sociedad democrática es la libertad de expresión. La responsabilidad de un servidor público es responder a todas las interrogantes de la sociedad, es la transparencia de sus actividades. Un hecho que no debió haber tenido ninguna importancia se convirtió en escándalo nacional. Con un comunicado por parte de presidencia de la República se hubiera acabado el asunto. El hecho de haber exigido una disculpa pública levanta sospechas y nos hace pensar que la tan llamada libertad de prensa es sólo una pantalla que está a disposición de Los grandes consorcios televisivos y los gobernantes.

No podemos hablar de libertad de expresión mientras que no haya puerta abierta a todo aquel que quiera invertir en cualquier en medios de comunicación, mientras sigamos funcionando en base a “concesiones”, mientras que se exijan disculpas a periodistas, sólo porque no les gustó tal o cual declaración, tal o cual pregunta. Como ciudadanos, tenemos el derecho a preguntar lo que sea, aunque no le guste al gobernante.

Esta relación “incestuosa” entre gobierno y ciertos medios de comunicación sólo daña a la sociedad en su conjunto. Sólo nos hace vivir en una democracia de a “mentiritas”.

Puedes decir lo que quieras, mientras que digas lo que me conviene, mientras que sirvas a mis intereses, mientras no te salgas del huacal... pareciera que todo ha cambiado, para que todo siga igual.