Páginas

16 ene 2011

Cuba... a la mexicana

La relación entre Fidel Castro y el Gobierno mexicano ha sido siempre muy estrecha… quizá demasiado; aunque la mayoría de los mexicanos lo ignoren. La relación va más allá de la simple hermandad latinoamericana y es interesante hacer un recuento de los aspectos más importantes de la Relación México-Cuba.

El sexenio de Ruiz Cortines (1952-1958) ya pudo darse el lujo de arropar en México a Fidel Castro Ruz y de permitirle que zarpara con armas para promover una revolución en Cuba, país con el cual México mantenía relaciones.

El 26 de junio de 1956 la Dirección Federal de Seguridad dio a conocer, a través de toda la prensa nacional, que se había descubierto un grupo guerrillero cubano, encabezado por Fidel Castro y Ernesto “Che” Guevara. Excélsior dio la nota a ocho columnas: “desbarata México la Revuelta contra Cuba y apresa a 20 jefes. Todo el arsenal de los conjurados, recogido”.

La información especificaba que el grupo guerrillero, llamado “26 de julio”, tenía un campo de entrenamiento y un arsenal en el rancho Santa Rosa, en Chalco, a 35 kilómetros de la Ciudad de México. Ahí daba entrenamiento el ex coronel español Alberto Bayo, de filiación comunista. Tenían ametralladoras, granadas de mano, gran cantidad de cartuchos, material explosivo y rifles 30-06, de los que usaba en ese entonces el Ejército mexicano.

En cuanto a los antecedentes de Castro Ruz, se supo que había participado en los sangrientos desórdenes provocados tiempo antes en Bogotá, durante la reunión de cancilleres, conocido como “el Bogotazo”. Respecto al “Che” Guevara, era un experto en organización de guerrillas y había actuado como adoctrinador marxista durante el régimen de Jacobo Arbenz, en Guatemala.

La guerrilla castrista disponía de varios domicilios en donde recibía correspondencia y recursos económicos que se enviaban desde el extranjero. El licenciado Ángel Carvajal, Secretario de Gobernación, declaró que se actuaría con estricto apego a la ley y que se aplicaría la ya tradicional política de absoluto respeto a la soberanía de Cuba, país con el cual México mantenía relaciones normales.

Cinco días después de la captura de los guerrilleros, la prensa daba por hecho que se les expulsaría del país. Pero oficialmente se suspendió la información sobre el particular y la noticia fue desapareciendo de la atención pública.

Bajo el velo de ese silencio (impuesto por orden presidencial), los guerrilleros detenidos quedaron en libertad, recuperaron su arsenal, prosiguieron su entrenamiento, y el 25 de noviembre del mismo año zarparon del puerto de Tuxpan en el yate “Granma”, con todos los implementos necesarios para iniciar en Cuba el derrocamiento del régimen de Batista y la instauración de una dictadura. El arsenal que tenían en su campamento de Chalco lo habían transportado tranquilamente a Tuxpan. El comandante Ávila –de la policía secreta mexicana) refirió años más tarde:

“Estuvimos perfectamente enterados de esos movimientos, pero no hubo órdenes superiores de interceptarlos”.

Cuando Echeverría asumió la presidencia (diciembre de 1970) la dictadura de Fidel Castro estaba en vísperas de cumplir 12 años. Por segunda vez había prohibido celebrar la Navidad en Cuba, alegando que era una tradición ajena al pueblo cubano. “Constituye –dijo—un fenómeno subjetivo que nos trajeron de Europa. Nosotros estamos en el trópico y éste es un país cañero, y la caña se cosecha en invierno. Los meses óptimos de trabajo son de noviembre a mayo y no nos conviene interrumpirlos”.

También prohibió Castro que en enero se hablara de los Santos Reyes y del niño Jesús, por lo menos en celebraciones públicas. La tradicional fiesta infantil fue sustituida por “el día de Juan Calabazas”, personaje autóctono que se encargaría de obsequiar juguetes a los niños.

Por esa misma época Salvador Allende estaba instalando en Chile un régimen marxista con la frase: “peor que el comunismo es el anticomunismo”.

Fue significativo que el presidente Echeverría formara un triángulo con Castro y Allende. No tardó en viajar a Santiago de Chile para estrechar lazos de amistad, que luego significaron una subvención de aceite comestible, petróleo y otros artículos que, en cantidad jamás revelada, oficialmente se le estuvo regalando al régimen allendista.

Respecto a Cuba, se multiplicaba el número de funcionarios mexicanos que iban a rendirle pleitesía a Castro, y de funcionarios cubanos que venían a solicitar ayuda, que siempre se les concedía. A espaldas de la opinión pública mexicana, e incluso del congreso, se le estuvieron haciendo obsequios al régimen castrista cuyo valor es un secreto de Estado.

Un obsequio que no se pudo ocultar fue la construcción del majestuoso edificio de la embajada cubana, cerca de Chapultepec, en terrenos del Conservatorio de Música, por valor de centenas de millones de pesos de aquel entonces, que Echeverría regaló como si fuera dueño de los bienes de la nación.
Muy diferente trato se le daba en esa misma época a España que se le motejaba de ser una dictadura. Cuando los tribunales españoles condenaron a muerte a cinco terroristas dinamiteros, el régimen de Echeverría protestó y cortó las comunicaciones telefónicas, cablegráficas y postales entre los mexicanos y los españoles. ¿Y los más de 25 mil cubanos ejecutados por Castro?... Esos no significaban nada.
A la caída de Allende, en septiembre de 1973, Echeverría rompió relaciones con Chile porque el nuevo régimen había conquistado el poder mediante las armas, pero nada igual se hacía con Castro Ruz.
Con López Portillo no cambio la situación hacia Cuba. En 1979, Cuba cumplía 20 años bajo la dictadura marxista. Era del dominio público que la isla tenía de 7 a 8 millones de habitantes; que el total de presos políticos ascendía a 55 mil; que habían sido fusilados o muertos por castigos en las prisiones más de 22 mil; que habían emigrado 772,217 habitantes; que 600 mil campesinos habían sido despojados de sus tierras; que dos millones 500 mil trabajadores habían sido privados de sus derechos sindicales; que 48 mil pequeños negocios habían quedado estatizados; que hasta 800 estacionamientos y talleres automotrices habían pasado a manos del régimen, etcétera.
Aún así, López Portillo trajo en mayo de 1979 a Fidel Castro a Cozumel, y en medio de grandes honores le dijo:
“Regresa usted con la dignidad ganada para el pueblo cubano... Es usted uno de los grandes de este siglo... Símbolo y leyenda de uno de los movimientos sociales más importantes... En la Revolución Cubana se ve gran parte de nuestra juventud; en ella tenemos que vernos nosotros mismos”.
Niños de las escuelas fueron acarreados para formarle valla al dictador, en tanto que la prensa recibía insinuaciones oficiales para alabarlo. Excélsior llamaba “comandante” a Fidel Castro, y en su página editorial decía Manuel Roberto Montenegro: “México sin duda tiene mucho que aprender de los cubanos revolucionarios, que han implantado y alimentado el socialismo con la más preclara conciencia de estar construyendo el futuro de las veinte repúblicas de iberoamérica. Esta enseñanza, Fidel Castro, la debemos asimilar”.
En abril de 1980 hubo una hendidura en el sistema del cautiverio castrista y en unos cuantos días huyeron más de cien mil cubanos, pero el gobierno de México acordó no conceder asilo ni a uno solo de ellos. Nuestro derecho de asilo se aplicaba sólo a los comunistas de cualquier parte del mundo.
Coincidiendo con este suceso, que conmovió a Iberoamérica, el Secretario de Relaciones Exteriores de México, Castañeda, anunció que se preparaba un viaje del presidente López Portillo a Cuba porque “las relaciones entre Cuba y México siempre se han caracterizado por el clima de cordialidad y hermandad”.
El viaje de López Portillo se efectuó el 1 de agosto de 1980. Al llegar a la Habana pronunció un discurso en el que dijo:
“Agraviar a Cuba es hacerlo a México... Nada soportaremos que se le haga a Cuba, porque sentiríamos que se nos hace a nosotros mismos... Así lo hemos demostrado, así lo seguiremos diciendo y haciendo un ejercicio de congruencia histórica que nos amarra profundamente a esta patria americana, de la que Cuba y México deben ser voz, apoyo, proyección y compromiso... Yo quiero que la ley primera de nuestra república sea el culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre... y, comandante, la dignidad plena de los cubanos fue rescatada por su Revolución”.
Sobre el apoyo oficial de los diferentes gobiernos de México a la dictadura de Castro ha multitud de evidencias. Una de tantas fue la reunión del 9 de noviembre de 1982 efectuada en la embajada de Cuba en México, a la que asistieron el presidente López Portillo, el ex presidente Luis Echeverría y el presidente electo Miguel de la Madrid. Durante esa reunión el señor Carlos Rafael Rodríguez –nombrado por Castro Vicepresidente de Cuba—refirió que Castro “recuerda su llegada a México, en la década de los 50s, como a un lugar que nos pertenecía a todos los hombres progresistas, democráticos y revolucionarios… Vinimos a México como a nuestra casa común, como nuestra propia patria, y aquí trabajamos, nos organizamos y desde México regresamos para iniciar una etapa del proceso revolucionario”.
Ya con De la Madrid como presidente, el rumbo no cambió mucho con respecto a Cuba. A sabiendas que no pagarían, el gobierno hizo numerosos empréstitos a Castro y le dio petróleo a “precios preferenciales”, que tampoco pagaron.
Siguieron “envíos de víveres” a Nicaragua, Salvador y Cuba durante todo el periodo de De la Madrid; por supuesto, regalados. ¿Con qué cara Miguel de la Madrid y sus antecesores prestaban dinero y regalaba víveres cuándo en México existen zonas en franca miseria?
A partir del régimen de Salinas esa ayuda se fue reduciendo gradualmente a pesar de las presiones de la vieja élite política priísta.
Con el triunfo de Fox la presión no cesó y pidieron que mantuviera vigente el apoyo a Castro y se abstuviera de condenar la ya universalmente conocida violación de los derechos humanos en Cuba.
En el 2002, con una invitación pagada a más de 100 congresistas mexicanos a Cuba, empezó la intervención de Castro en los asuntos internos de México para evitar que el gobierno apoyara la resolución de enviar un visitador de la ONU a la isla a verificar el estado de los derechos humanos en Cuba.
En una cumbre en Monterrey, el dictador le puso un “cuatro” a Fox. Mientras todos los presidentes, cumpliendo las más elementales normas diplomáticas, confirmaron su asistencia a Monterrey con suficiente antelación, Castro no lo hizo. Dos días antes, cuando la agenda estaba formada, le envió una nota al Presidente de México diciendo que asistiría.
El error de Fox fue aceptar la antidiplomática confirmación de última hora de Castro. Lo diplomáticamente correcto hubiera sido que a través de su canciller le hubiera dicho al dictador que, dado lo tardío de su confirmación, ya no podía incorporarse al programa; sin embargo, el gobierno trató de darle su lugar (que por supuesto no se merecía) y aceptaron su participación.
En abril de ese mismo año, México voto en Ginebra porque Cuba realizara avances en el respeto a las garantías individuales. El presidente Fox no cedió a sus chantajes. Como consecuencia, el dictador difundió una conversación telefónica con Fox “comes y te vas”, para vengarse de México por el voto en Ginebra a favor de los derechos humanos. La semilla del actual conflicto estaba sembrada...
En el 2004 se vuelve a repetir la historia. México vuelve a dar su voto en la ONU para que Fidel Castro respete los derechos humanos en la isla, y el dictador, acostumbrado a que cedan a sus caprichos el primero de mayo dio un discurso donde calificó directamente al gobierno mexicano de seguir los dictámenes de Bush y habló de la actual política exterior, descalificándola.
Sumado a eso, las declaraciones del canciller de Relaciones Exteriores en el caso Ahumada, las entrevistas de diplomáticos cubanos con el presidente del PRD, Leonel Godoy, obviamente para prestar apoyo para López Obrador, fueron motivos más que suficientes para desencadenar la crisis diplomática del 2004. Uruguay rompió relaciones con Cuba por insultos similares al presidente uruguayo. En México, sólo quedó en crisis diplomática.
Actualmente, la enfermedad de Castro y el hecho que su hermano Raúl haya asumido el mando, ha calmado las aguas en la relación diplomática; aunque ahora el aspirante a líder de la izquierda, Hugo Chávez se ha encargado de seguir poniendo a México en la lupa.
No hay duda que el presidente Felipe Calderón tendrá que andar con mucho cuidado, ya que los enemigos de México están esperando la oportunidad de hacer escándalo a la menor provocación, como lo vimos en la última cumbre en Davos.



danielcastillobriones.webnode.mx
Twitter: @d_castillo_b