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9 feb 2011

Carmen Aristegui y la libertad de expresión

“La libertad de prensa, lo mismo que todas las libertades, tendrá sus inconvenientes, tendrá sus peligros; pero con todos ellos es preferible a la tranquila placidez del despotismo.
José María Vigil


En el ya lejano año de 1989 me inicié en la labor de escribir en prensa. Poco tiempo después, fui miembro de la Asociación de Periodistas y Columnistas de México. Ahí conocí periodistas de la vieja guardia. Aquellos que en tiempos de Echeverría la pasaban mal, cuando no aceptaban el soborno. Amenazas de muerte, golpizas e inclusive asesinatos eran cosa de todos los días. Joven, como era, pensaba de una manera romántica el hecho de no dejarse presionar por nadie y aceptar estoicamente el destino. Pero nunca me pasó nada.

A principios de los 90 fui corresponsal en Europa de un par de medios, aprovechando mi estancia por estudios en el Viejo Continente, lo que me alejó de las críticas nacionales por un tiempo.

En tiempos de Ernesto Zedillo me volví un duro crítico del gobierno, sobre todo en sus dos primeros azarosos años. Como titular de la columna de Economía y Finanzas de un periódico, me di cuenta que cada vez que mis comentarios no eran favorables al gobierno, recibía una llamada de presidencia, con el pretexto de “actualizar su agenda”. A veces actualizaban esa agenda dos o tres veces por semana; pero no pasó de ahí.

En ese entonces, platiqué con el director de un periódico de circulación nacional sobre la libertad de expresión. Mi argumento era que el gobierno de ese entonces realmente ejercía la libertad de expresión, ya que permitía críticas bastante fuertes. Lo que me dijo me dejó boquiabierto.

--Mira, –me dijo—Se calcula que en este país aproximadamente el 15% de la población lee el periódico. Dentro de ese grupo, el 98% lo compra, en orden de importancia, por los anuncios clasificados, deportes, sociales, nota roja, suplementos. Sólo el 2% lee las editoriales y Gobernación sabe que ese 2% que lee las críticas que puedan venir en esas editoriales, ya lo sabe o lo sospecha. Si ellos ven que se publican las críticas, tiene el efecto positivo de la percepción de que el Gobierno deja que los medios se expresen libremente. Sin embargo, si el gobierno no le gusta lo que publicamos, simplemente cancela la publicidad de empresas estatales o paraestatales. Ningún medio escrito en este país, sea revista o periódico, vive de sus ventas. Todos viven de la publicidad.

El caso del radio, y en mayor medida la televisión, es muy distinto, porque llega a muchas más personas.

Todo se originó el 4 de febrero, cuando Carmen Aristegui quiso que al público se le aclarara si era cierto que el presidente Calderón tenía problemas de alcoholismo, como el cartel que el PRD expuso en la Cámara exponía. Poco después, Aristegui fue salía de MVS, supuestamente por violar el código de ética de la empresa

Presidencia de la República no hizo declaración alguna. Sólo exigió que la periodista se disculpara en público. Lo que realmente ocurrió sólo lo sabe Joaquín Vargas, dueño de MVS. Lo que nos queda a la sociedad en general es exigir una respuesta.

Una de las condiciones ineludibles para una sociedad democrática es la libertad de expresión. La responsabilidad de un servidor público es responder a todas las interrogantes de la sociedad, es la transparencia de sus actividades. Un hecho que no debió haber tenido ninguna importancia se convirtió en escándalo nacional. Con un comunicado por parte de presidencia de la República se hubiera acabado el asunto. El hecho de haber exigido una disculpa pública levanta sospechas y nos hace pensar que la tan llamada libertad de prensa es sólo una pantalla que está a disposición de Los grandes consorcios televisivos y los gobernantes.

No podemos hablar de libertad de expresión mientras que no haya puerta abierta a todo aquel que quiera invertir en cualquier en medios de comunicación, mientras sigamos funcionando en base a “concesiones”, mientras que se exijan disculpas a periodistas, sólo porque no les gustó tal o cual declaración, tal o cual pregunta. Como ciudadanos, tenemos el derecho a preguntar lo que sea, aunque no le guste al gobernante.

Esta relación “incestuosa” entre gobierno y ciertos medios de comunicación sólo daña a la sociedad en su conjunto. Sólo nos hace vivir en una democracia de a “mentiritas”.

Puedes decir lo que quieras, mientras que digas lo que me conviene, mientras que sirvas a mis intereses, mientras no te salgas del huacal... pareciera que todo ha cambiado, para que todo siga igual.

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